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Las memorias de los hijos de una época

24 de marzo de 2017

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 Vivimos tiempos difíciles, lo sabemos, algunos lo expresamos, otros no pueden. Difíciles tiempos en la ardua tarea de batallar contra el borramiento de las memorias, compleja labor de no dejar que la “historia oficial” se cuele dejando años de lucha, de investigación y construcción de conocimiento en las últimas instancias del discurso nacional.

 Empecé a involucrarme en el tema de manera académica hace 11 años, de repente mi diapasón interno latía pidiendo saber más, investigar más, meter las manos en la tierra y dilucidar que pasó, cómo pasó; la arqueología me acercó a ello y me inmiscuyó casi sin querer en temas para profundizar. Entre idas y vueltas me encontré militando científicamente en un grupo de investigación, en mi vida cotidiana y en la plenitud del ser. Mi trabajo -el que pocas veces consideré as como tal, ya que la pasión bregaba por avanzar y el estatus económico decaía ante las más adversas circunstancias- consistía en formarme mediante un discurso, de esos que son tan hermosos, uno poético, para poder poner en palabras la novedad indecible, de esos materiales, que tienen bases en irrefutables pruebas, de esos sociales, que sirven, aunque muchos quieran callarlos, taparlos, destruirlos.

 Podría irme por muchas ramas, hoy para mí no tienen sentido más que unas cuantas.  Primero, que nos lleva, como generación de treintones a investigar, inmiscuirnos, militar y reflexionar sobre el tema. La otra, muy difusa, resquebrajada, que nos dejó la dictadura y que vamos a hacer con ello.

 En mi casa poco se hablaba de la dictadura, poco los había golpeado el tema a mi entender, mi vocación investigativa, me llevó a meterme en el tema, y esto implicaba cuestionamientos, lo primero que se cuestiona es lo de adentro. A los años de mi curiosidad de adolescente, resultaron decenas de historias del seno familiar. Luego, a mi curiosidad de adulta, se le dio por entender porque costaba tanto. Todos y todas tenemos un desaparecido o una historia guardada en la casa, no sabemos dónde, pero ahí está; esperando a ser contada, exculpada, alumbrada, pocos se atreven, incluso hoy más de 40 años después.

 Somos de la generación que queremos saber, que tenemos curiosidad, y fundamentalmente, de la generación que se expresa, que podemos hablar, observar, querer, cambiar. Somos los que, aunque criados en el seno del secreto, la culpa y el miedo, nos permitimos reflexionar y cambiar las formas. Somos lo que no nos comemos el cuento y nos atrevemos a tirar el mandato. Si no te sentís parte, te invito a hacerlo, la liberación es compleja, intrincada, agridulce, pero libertaria de por sí.

 Por otro lado, la historia nos pasó, nos atravesó, y debemos hacernos cargo.  Para esto, debemos saber, conocer y fomentar. La historia no pasó si hay gente que no cuida su vida y la de los otros, la historia no pasó si seguís teniendo prácticas que atentan a la integridad de los seres humanos. Desde pasar un semáforo en rojo o andar sin casco, si, “total, no pasa nada”, a cuestionar acciones de tus pares (que somos todos y todas) porque “algo habrá hecho”.

 Nos seguimos cuestionando y peleando con uñas y dientes por una verdad, por “la” verdad.  Lo cierto es que las cosas pasaron, pocos somos los que metemos las manos en la tierra para sacar cadáveres mutilados, quemados, torturados y baleados; pocos somos los que nos enfrentamos cotidianamente al desmantelamiento de la ciencia y la memoria que nos pone en jaque como ciudadanos; pero somos muchos si nos metemos en el tema, y no dejamos que “nos la cuenten”, sino que forjamos opinión y vida en cada acto político, desde levantarnos, hasta irnos a dormir.

 En este espacio de reflexión,  los y las invito a ella, ¿les parece seguir cuestionando si fueron 30.000, cuando que falte uno es suficiente?  ¿Acaso importa el tiempo transcurrido, cuándo la sociedad sigue sangrando por la herida? ¿No será que nos cuesta tanto hablar del tema porque no entra en la racionalidad humana, y no porque “algo habrán hecho”?, por último y para empezar me pregunto ¿no fue suficiente el horror del terrorismo de estado, la persecución, la tortura, la muerte y la desaparición, que hoy debemos seguir con las mismas prácticas en pos de establecer una verdad, que no es tal, a través de una red social, en vez de salir a la calle y militar cada día con el aprendizaje de la historia?

 Seguiremos trabajando y fomentando la memoria, cueste lo que nos cueste, día a día en la lucha y en la alegría plena de que sabemos que sociedad queremos dejar. Aquí te agradezco leerme, te invito a charlarme, pero sobre todo te convido reflexión, debate, apertura e insto a bregar por las memorias, todas, todos los días a partir hoy, su día, el nuestro.

 

 

Fueron 30.000.

Fue genocidio.

Responsabilidad estatal, eclesiástica y civil.

Hubo robo de bebés e identidades.

Compañeros/as desaparecidos/as presentes, ahora y siempre.

Memoria, Verdad y Justicia.

Y hagamos que ¡Nunca Más!

 

Ma. del Pilar Gómez Sánchez

Arqueóloga, ama de casa, docente, investigadora.

Miembro LIGIAAT (Laboratorio de Investigaciones del Grupo Interdisciplinario de Arqueología y Antropología de Tucumán-Facultad de Ciencias Naturales e IML - UNT)

Foto:  Pilar Gomez Sanchez

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