
Cuento: Noche de perros. Gregorio Fernandez
05 de marzo de 2015
Se enfrentaban Social Dorrego y Cañada Franklin. Quinta Fecha de la Liga Regional de San Gerónimo, con ambos equipos besando la mitad de la tabla.
Roberto Andoni, árbitro del partido, llamó con una seña al Jefe de Seguridad. Mientras Elías Weldberg se acercaba, un dálmata jugaba con unos niños en el centro del campo de juego.
- Buenas noches comisario Weldberg, gusto en saludarle.
El comisario tiró su cigarro.
-¿En qué le puedo ayudar?- dijo a modo de tácito saludo.
- Saquen al perro.
- No se puede.
- ¿Cómo que no se puede? ¿estamos todos locos?
- El perro es el dueño de la cancha - replicó Weldberg. - No hay perro, no hay partido...
- Pero... ¡esto es un partido de primera!
- Lo sé...
- Comisario, voy a ser claro, si el perro no sale, yo suspendo y me voy...
- Siga en paz, Don Andoni. Suspenda y eleve el informe correspondiente. Quite puntos si es debido, pero el perro se queda.
- ¡Usted está loco!
- Don Andoni, usted será un referí de FIFA, pero en este pueblo aprendimos a meternos el reglamento en el orto. Este perro nos vio ascender, este perro nos verá quedarnos en Primera. Con su experiencia tendría que entender de cábalas.
- No entiendo, ¡esto es fútbol, no un zoológico!...
El comisario sonrió. Miró al horizonte y respondió pausadamente: - no me rompa las pelotas Andoni. Esto es guita. Esto es mucho más que el nuevo presidente de los yanquis y todas las vedettes juntas. Nadie se acuerda del asesino de Milwaukee pero todo el mundo sabe quien es el 9 del Madrid. Se van a caer las tetas de las chicas de Almodóvar y la Bolsa de Tokio, pero el perro, el perro no se mueve de la cancha, y listo...
Andoni miró absorto al comisario. Luego observó su reloj y llamó a los capitanes para comunicar la decisión de la que se balanceaban la economía y el renombre de un pueblo, a decir de la mayoría de los presentes.
Al día siguiente "El Informante", diario principal de Ciudad Dorrego tituló en su tapa:
"OTRA VICTORIA DE SOCIAL: LA MÍSTICA DE SULTÁN, INTACTA"
Foto: Martin Zabala