
Edgar, el Gordo Fa
15 de enero de 2015
El 20 de julio de 2014, día del amigo, me toca conocer a una persona que hasta ese momento era uno más del montón. Estábamos en una reunión de amigos festejando y de repente me toca abrir la puerta a quien hoy es un gran amigo y confidente. El saludo fue simple pero grande a la vez ya que en mi “hola como estas?” él vio la oportunidad de contarme lo horrible de su día y así como se establecen lo vínculos, confiando en el otro y abriéndose en algún penar, conocí al Gordo Fa.
Edgar Gutierrez para muchos es un tipo de solo 22 años sin mucho que contar. Sin embargo el Gordo Fa (bautizado asi porque cada vez que armaba una canción siempre lo hacia en Fa) tiene mucha vida atrás, a sus cortos años tiene anécdotas de un mundo para muchos solo visto en películas y para otros imposibles de creer. Edgar es una persona que se supera asi mismo día a día y que se promete ser mejor para él y así ser mejor para los demás.
Comienza a pelear por plata entre los 16 y 17 años.“ Yo no conocía ese mundo, un amigo me invitó. Todo comenzó en la escuela nocturna a la que iba. La primera vez que peleo fue en el Barrio 11 de Marzo en Tucumán, él era de ahí, después de salir de clases me dijo si me animaba a pelear y dije que no, y me ‘agitaron’ por plata y dijeron yo era un favorito, no sabía que hacer y con miedo dije que si.”
La sensación de esa primera pelea la describe como rara, como el después de todo lo nuevo que se hace y una sensación de miedo y soledad al encontrarse en un marco adrenalínico, violento y clandestino lejos de su casa. Esa primera pelea la pierde y solo si ganaba iba a retirarse con $200, pero no solo se fue sin el dinero sino que se va con la cara y el codo lastimado por una caída.
Después de esa primera pelea toma la decisión de seguir haciéndolo por una necesidad de dinero ya que muchas veces en su casa no había y ésto se lo daba de una manera fácil y tal vez rápida.
“Siempre tuve miedo, una vez caí en el Hospital Padilla para que me hagan dos puntos en la cabeza. No era fácil hacerlo. Las peleas eran en distintos barrios como el ex Aeropuerto por ejemplo. Cada ronda era por mas plata, era como subir distintos niveles, claro que como todos estaban en la misma que yo se respetaba que nadie saque un arma y eso cuidaba la gente que organizaba, ellos si tenían armas y las mostraban, eran 9mm 45, 38 y lo más normal era ver hasta 22 corto. Una vez fue, recuerdo, en una casa de familia en 11 de marzo, ellos eran ‘transas’ y la mayoría de los de esa casa murieron por distintas causas: drogas, sida, robos y otros están ya presos, otras peleas eran en lugares descampados cerca de la ruta 9.”
Edgar pelea hasta los 18 años, y cansado de llegar a casa con la ropa rota compra un pantalón exclusivo para sus peleas el cual lo regala a un gran amigo suyo y cuenta que hasta hace poco tenía en su cabeza esos recuerdos al ver esa prenda.
Al preguntarle de esa vida tan al límite y que es lo que le quedo de esas peleas, contesta : “La verdad que yo lo hacía para ganar dinero. Conocí gente en ese ambiente con mucha plata y la verdad que en un momento sentí lo mismo que debe sentir un animal, ganar para que mi dueño este contento y por mejor reconocimiento. A nadie le importaba la vida de nadie, solo era plata y reconocimiento.”
Cuando quiso salir de ese mundo marginal pensó otra alternativa de plata fácil y se dedicó a la venta de marihuana pero lo realiza un mes ya que en un momento recibe un mensaje anónimo diciendo que si no dejaba ese negocio alguien lo iba a “voltear “ y no iba a salir más.
Cuenta: “soy muy curioso y me gusta sentir miedo y sufrir un poco de adrenalina no viene mal. También corría picadas en autos pero eso lo hacía por gusto, yo trabaje en un taller mecánico y me iba a verlas, además soy muy buen conductor y tengo espalda para decirlo. Las carreras las hacia porque me gustaban, yo corría en la Avenida Presidente Perón aquí en Tucumán, en el parque 9 de julio y una sola vez en Las Termas del Rio Hondo en Santiago del Estero. La mejor parte era cuando te perseguía la policía por la adrenalina que te corría. Aunque no solo lo hice por el gusto a los autos sino también por las mujeres lindas que iban.”

Deja toda esa vida cuando se da cuenta que ya no podía continuar así y todo eso le comenzaba a pesar. “Empecé a hacer las cosas bien, a trabajar con mi familia y hacer lo que más me gusta. Ya no quería seguir haciendo cualquiera. Hoy siento adrenalina cuando ensayo o toco en vivo con mi banda y la mejor parte es la hora de organizar un recital. Lo otro ya era muy extremo y las personas les guste o no maduran y ahí es cuando uno elige lo bueno o lo malo, y yo había elegido un camino incorrecto. Creo que era un ‘pendejo pelotudo’ y con pocos argumentos y si vuelvo a nacer no lo volvería hacer.”
A la música llega por una decisión que toma de repente y se la manifiesta a su amigo Ángel Martinez. “Iba a un cyber que quedaba cerca de mi casa, y todos los religiosos días jugaba al Call of Duty 2 y en ese lugar conocí a un loco, Ángel, una vez entre broma y broma le dije que armemos una banda y ahí empezó todo. Mi primer instrumento fue una guitarra eléctrica, una Fender.”
Entre una mezcla de alumno y autodidacta logra tocar la guitarra y así con ese “loco” forman su primer banda: “Basura”. Desde hace 8 años que tocan juntos en distintas formaciones como “Clase 21” y la última y más promocionada “Mi elección de vida”. “Siempre distinta gente entro y salió de las bandas pero el que se mantuvo a mi lado fue Ángel”.
Si se le pregunta de su música contesta con alegría y con los ojos brillosos: “Lo hago porque me gusta y porque siento que transmito algo bueno y más allá de eso siento algo especial que me hace sentir, algo así como placer. Es algo único que hasta el momento ni una mujer o amigos o familia me lo pudieron dar. Son muchos sentimientos en una lista de temas que te hacen vivir. Con Ángel buscamos mandar un mensaje real, la mayoría de las canciones son personales, son cosas reales que vivimos nosotros”.
Edgar o el Gordo Fa no es más que una muestra de que todo se puede corregir para avanzar mejor, que el detenernos penando por lo que se pudo haber hecho no tiene mucho sentido, que se puede avanzar arrastrando las decisiones malas o buenas que se han tomado y que de a poco eso solo nos demuestra que somos lo que somos debido a ellas, que vale la pena jugarse hasta el final en los sueños, en los sentimientos y en la realidad del día a día, y que lo único que nos debe detener en eso no tenga que ver con nosotros sino con lo que los otros no nos puedan dar. Edgar es de esa clases de personas que a mi me agradan, valientes, que el valiente no es el que va al frente siempre sin importar nada sino el que tiene todos los miedos y los enfrenta.
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Fotos: Sabrina Dorfmuller
"No soy perfecto,
pero tengo respeto"